Las limitaciones de la crítica II

Saludos Vidal

Gracias por tomarte el tiempo y la disposición seguir con el diálogo. Es muy acertado lo que comentas de la “responsabilidad social” del artista pero también resulta un poco desalentador y decepcionante que a estas alturas dudemos de un concepto que de entrada debería constituir una parte importante en la formación de cualquier individuo que se considere “artista”.

Y sí, existe una escisión entre lo que se “produce” culturalmente y el “verdadero público”, la sociedad en general pues. Aunque me gustaría precisar que este desfase es totalmente natural si reconocemos que los “objetos” o “productos culturales” son proyectados desde las instituciones y los grupos especializados como ofertas, bienes de consumo acabados y predefinidos que poco o nada tienen que ver con la dimensión social, política e ideológica de nuestro contexto.

No es un problema para mí (sino algo esperable) la existencia de una cultura construida y dirigida desde los grupos de poder a la base social, siempre ha existido y existirá esta imposición de normas y directrices, así es como se determina y fija un canon cultural (ya cada individuo o grupo asumirá su posición ante él).  Lo que sí me parece una tontería es que nosotros mismos sostengamos con tanta liviandad el discurso del “diálogo”, “la apertura” y “la inclusión”, y en realidad sigamos reproduciendo un sistema vertical e impositivo. Ángel Sánchez Borges lo define muy bien cuando dice que: muchos de los grupos de izquierda (o supuestamente creadores) “no han servido de contrapeso real a las formas normalizadas y entrampadas de lo sociopolítico en la ciudad y por ende no han sido modelos de nueva ciudadanía, no se atreven realmente a reconfigurar sus quehaceres y su implicación, y terminan tristemente no sólo corroborando, sino colaborando con la descomposición”.

 

 

No hay tal cosa como un “verdadero público”, no puede existir, debemos de aceptar, por honestidad y también porque es obsceno y evidente, que el público verdadero (el real, el que siempre vemos en las presentaciones varias y eventos genéricos) de la oferta cultural somos nosotros mismos, no hay más allá puesto que tradicionalmente así lo hemos dispuesto y practicado (y remarco: las buenas intenciones no son suficientes).

Esta misma enajenación la podemos observar en la universidad y  otras instituciones y grupos civiles que “producen”, hacen cosas por inercia y se quedan en su propio rollo autista y endogámico —y, que por su propia condición, desgraciadamente, no se puede esperar otra cosa de ellos—.  No sólo está esa ruptura entre los productos culturales y la sociedad, lo que es peor, hay un divorcio entre los espacios simbólicos-culturales y la vida cotidiana. De nuevo cito a Sánchez Borges:  “…a las instituciones culturales se les ha facilitado divulgar cultura desde su burbuja de proyectos sobados, y nadie les puede ya exigir otra cosa, a la infra-clase creativa local se le ha olvidado que para funcionar, es la  más obligada a reconstituir una y otra vez los circuitos de emisión de sus propuestas, a estar modificando el papel que le toca jugar en una ciudad como la que ha llegado a ser esta,  de reconfigurar las relaciones con su propio contexto,  de insertarse en un modo de trabajo cultural y político que parta del reconocimiento real de que ya no somos lo que fuimos”.

No hemos repensado ni reformulado ese papel que nos toca jugar. Yo me pregunto, dónde están los “artistas”, las instituciones, los investigadores, burócratas de la cultura, los académicos: quién se ha encargado de redimensionar la violencia, analizarla, arrancarle al narco ese espacio simbólico que ha ganado y reinsertar la vida cultural y simbólica en esta ciudad estigmatizada por el miedo y la incomunicación. Habría que ejercer una verdadera crítica, una que nos saque del sopor y alienación en que nos encontramos.

 

Un pensamiento en “Las limitaciones de la crítica II

  1. Posturas de urgencia

    Edgar, tu texto es contundente, y veo tu provocación. Puedo decirte que una cosa es repetir o corroborar esquemas impositivos verticales y otra muy distinta simplemente aislarse, auto-marginarse. Entre esas dos fronteras debe haber un equilibrio para no quebrar nuestra relación con la realidad. De eso también estamos hablando, estamos en un momento en que las instituciones han perdido peso, ahí están pero han perdido peso, no podríamos aunque lo quisiéramos re-establecerlas, van en picada. Las cosas se desdibujan y se reconfiguran, hay desorden. La sociedad tampoco tiene rostro, habría que inventarlo, no tiene rostro. Escucho posturas tan encontradas en círculos aparentemente pequeños que tiendo a pensar que incluso las ideas de tiempo lineal y espacio-geográficas que utilizamos para pensar el mundo ya han cambiado y debemos establecer otras posturas para entender nuestra realidad. Me encuentro con quienes apoyarían la intervención extranjera pero al mismo tiempo votarían por la izquierda, a quienes todo les parece un circo pero lo platican riendo y banalizándolo, a quienes todos los días en sus casa, en sus hogares, no paran de hablar de lo mismo y al mismo tiempo tienen que salir a trabajar pero le dan vueltas a un sólo discurso. Sí, la ciudad está muerta de miedo y me parece que ese es uno de los temas de fondo, por otro lado la violencia sí está creando públicos… Decir que es una ciudad agónica no es una crítica sino una forma de entender las cosas. Ante esto recuerdo el texto de Antonin Artaud que habla de una ciudad tomada por la peste. Los habitantes pierden toda capacidad humana de comunicarse, de establecer cualquier tipo de vínculo. Asisten al desgarramiento mismo de sus bases culturales, sociales y humanas. Artaud veía los límites del hombre. La imagen de crisis es siempre una imagen de creación. Me gusta pensar en esa imagen porque radicaliza las cosas y lo saca de antemano a uno de su zona de confort. Hoy la peste no está muy lejos de mi casa. Aunque también hay corrientes vitales, grupos de personas organizándose, asociaciones civiles, activistas, pequeños empresarios independientes en el barrio antiguo o tampiquito… no los podemos negar… La ciudad también se reconfigura a sí misma y no le podemos exigir algo que no puede dar, o algo que nunca será. También se forma por pequeños círculos, células que se tocan en ciertos puntos. Cuestionar las viejas estructuras existentes o las relaciones con el poder me parece necesario, Edgar, pero también siento que es ir de la mano con la corriente natural de las cosas, se están cayendo, establecer nuevas posturas y canales es tarea de cada uno, -en este sentido es tarea de todos-. Pero no puedo hablar por otros, ni convocar a nadie a otra cosa que mi a trabajo. Es en el único sentido en que puedo contestarte ya que de otro modo me desviaría, no del tema, que es precisamente la crítica, sino de mi verdadero papel en este enjüage.
    Olvidamos a veces, Edgar, que muchos artistas venimos de la base social, somos parte de esta ciudad. A mi me ha costado entender cómo funcionan las cosas aquí, siempre parece que algo se cuece bajo el agua, siempre. Por eso celebro tu postura clara y frontal. Una postura de urgencia, así clara y frontal, es la que deberíamos adoptar ante lo que nos acontece. También creo que para establecer la crítica y cuestionar la forma y el fondo de las cosas hay que estar cada uno en su elemento. Mi material es la escritura de ficción. Busco espacios para la convivencia, para eso escribo, sería mentir si dijera que no me importa lo que el otro piensa, “el otro”, el que no conozco, ese “cualquiera” me es muy importante, pero es tema de otro artículo. Celebro el diálogo.

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