Gobierno encapuchado


Jorge Castillo

En estos días es normal ver en las calles operativos y convoyes de militares y policías que portan pasamontañas como parte de su indumentaria habitual. Este detalle, además de mostrar el carácter impersonal y/o deshumanizante de su trabajo, expone un asunto fundamental en su lucha contra el crimen organizado: proteger su identidad para salvaguardar su seguridad y la de sus familias.

En cualquier lugar del mundo donde se den este tipo de empresas (belicistas) de estado los elementos de su fuerza pública portarán pasamontañas o cualquier otro artefacto que cubra sus rostros, pues ello responde a una necesidad táctico-operativa propia de su giro. Pero en el caso de nuestro país este fenómeno adquiere paradójicamente personalidad propia.

El pasamontañas representa (casi ostenta) uno de los síntomas más visibles del problema estructural que desborda a las instituciones del Estado mexicano. Su uso no sólo sugiere la posibilidad sino que afirma contundentemente que nuestras instituciones han sido infiltradas por los intereses criminales. Presume la incapacidad en casa, el verdaderamente gran enemigo (íntimo) que significa su insuficiencia para garantizar, de entrada, la seguridad de los propios. Aquellos que luchan entre los elementos infiltrados, corrompidos, e… indistintos unos de otros. Todos deben  ocultarse por igual tras paños de color negro, ese color de luto, intimidante, precisamente por el que la sensación de inseguridad está más que nunca a la vista de todos, por un lado y, por otro, lejos del alcance de cualquiera , o por lo menos de ninguno de nosotros: los que estamos del otro lado de la máscara.

Ante un Estado constituido históricamente por un largo desfile de gobiernos que por muchos años consintieron de forma cómplice prácticas de corrupción e ilegalidad, presenciamos así el rostro polimorfo de un proceso añejo: la etapa más crítica (esperemos) de la terrible osteoporosis que han padecido de origen nuestras instituciones, siempre determinadas por intereses de grupos de poder.

El pasamontañas no escapa a estos intereses. Responde a intenciones políticas de mayor envergadura proclives a generar precisamente eso que evidencia de facto: una mayor discrecionalidad y encubrimiento de la actuación de las fuerzas armadas: impulsando la reforma a la Ley de Seguridad Nacional buscan mayores garantías en torno a sus facultades en su guerra contra el crimen organizado… es decir: luchan por su protector fuero de guerra.

Las incontables irregularidades que han y siguen cometiendo a lo largo y ancho del país apuntan (con sus rifles), en la mayoría de los casos, a errores, excesos y abusos mortales que, por el mismo tratamiento esquivo que se les ha dado, suponen la comisión de crímenes en contra de la población civil. En el peor de los casos, esta reforma abre la sospecha de abonar un campo de mayor arbitrariedad y de más abusos y violaciones a los derechos humanos.

Así pues, los gobiernos electores de estrategias inmediatistas justificadas ahora como necesarias dada la alarmante situación, deciden ocultar material y legalmente los rostros de aquellos mexicanos que han sido colocados en los peligrosos frentes de una política belicista. Dichas estrategias también coquetean con la posibilidad directa e inversamente proporcional a la ilegalidad que intentan combatir al reforzar las condiciones propicias al encubrimiento de los excesos en que incurren  contra ciudadanos inocentes, por el hecho de estar ahí.

Todo parece indicar que, así como los elementos cubren su rostro, ellos mismos fungen como máscara al rostro, intención e identidad de un gobierno -si es que lo tiene- pervertido entre la apariencia de su despliegue, absolutamente necesario para garantizar nuestra seguridad, y la desaparición de nuestra paz o, lo que es lo mismo, la instauración de la guerra. Así, todos estamos a merced de la delincuencia -la que representa por ejemplo el crimen organizado- y la que significa la abolición paulatina pero constante de nuestro estado de derecho: otra especie –¿legítima?– de crimen organizado.

4 pensamientos en “Gobierno encapuchado

  1. Pingback: Opaco « parque terminal

  2. jorge, recien me topo con su blog y es gratificante encontrar opiniones y posturas, escritas «en esta misma ciudad», construyendo dialogos y conversaciones. de este tema del embozamiento de la autoridad en esta guerra en algun momento escribi algo http://suicidevirtual.blogspot.com/2010/09/el-retrato-del-estado-en-la-epoca-de-la.html que luego se convirtio en una ponencia que me gustaria compartirte. saludos y ojala podamos entablar conversacion. (eduardo ramirez)

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